lunes, 25 de abril de 2011

Shade

Revive, en mitad de la mañana ha resurgido una parte de mi misma. Pensaba en el ritual, ¿qué es lo que espero?

“Ahora crees que necesitas prepararte para el ritual de Wiz, quieres que todo salga perfecto, quieres explorarlo y planearlo… ¿Seguro? ¿No habrás dudado –de nuevo- de tu propia capacidad?”

¿Prepararme? ¡Llevo años preparándome! ¿Para qué he entrenado tan duro sino?
Al final el Arco se destensará de la presión y O.R tendrá razón: ¿Aun no lo has hecho?

Algo se retuerce dentro de mi. Mi Sombra me habla, Ereskigal me habla, incluso consciente no puedo evitarla (no puedo evitarme).

-Aun sigues ahí, ¿eh? Te cuesta aprender. Si no te atreves, déjamelo a mi…

Me noto encadenada ahí abajo. Huelo el hedor del ambiente, se me nubla la vista, pero estoy despierta. Atada totalmente a un poste, no consigo notar ese cuerpo. Ereskigal sonríe –eso parecido que ella hace.
Se eleva, es mucho más grande que yo. Una de sus garras pasa cerca de mi cara a toda velocidad. Noto la sangre gotear debajo de mi ojo derecho y me doy cuenta de que tengo el izquierdo inutilizado.

-Dolería, ¿verdad? Ya lo has pensado muchas veces “¿qué sería de mi si mi ojo derecho fallase alguna vez?”  Tienes miedo a no ver más que sombras y siluetas en tu vida pero te crees capaz de verlas en Mi Mundo. Aquí estás prácticamente ciega… ¿Qué harás?

Levanto la cabeza, quiero responderle pero la cadena del cuello no me deja (¿realmente no me deja?) Despego los labios pero no sé que decir.

-A pesar de lo que soy -continúa- te enseñaré a Ver, aunque te deje ciega en el proceso. No sabes ver más que sombras.

Noto un tirón en el cuello que me ahoga y siento como si fuera a morir. Entonces, todas las cadenas y las cuerdas se sueltan y caigo a los pies de la Diosa. Me mueve con un pie y me lanza de una patada a uno de los muchos abismos que hay en su Reino.
Desde el suelo reconozco la risa de Sekmeth, y su silueta, más negra que la oscuridad del abismo, me aterroriza. Estoy paralizada en el suelo y prácticamente ciega.

-“Si no quieres hacerlo, déjanoslo a nosotras…”- vuelvo a escuchar.

Mi corazón empieza a gritar: -No, ¡nunca! Es mi camino, sólo yo puedo seguirlo.

Ereskigal me mira y me dice: Ahora estás ciega y sólo Ella puede ser tus ojos.

- ¿Ella? Es la Ira, ni siquiera es Sekmeth entera. Es sólo un fragmento de su sombra.

- ¿Y qué? ¿Acaso un fragmento no contiene también toda la esencia de su original? ¿Acaso no puede reconstruirse?


-Me consumirá como hizo otras veces…

- ¿Porqué tienes tantos problemas con eso ahora? Mira tu cuerpo, siéntelo si es que aun puedes. Tal y como lo has tratado hasta ahora, ¿Cuándo ha empezado a importarte?

Estoy muda, cada vez más ciega, cada vez más fría…

- Exactamente, sólo cuando tienes miedo. Si yo no confiara en ti hace tiempo que te habría liberado y estarías muerta.

Sekmeth se ríe desde las sombras, como la leona segura de que cazará a su presa y que no tendrá escapatoria.  Ya no consigo verla, sólo el movimiento, a veces, de la cobra sobre su frente me da alguna pista de su posición.

Ereskigal nos deja y me doy cuenta de la situación: Sekmeth tampoco puede verme a mi, pero está esperando para darme caza.
No puedo moverme, pero sé que debo hacerlo. No puedo enfrentarme a Ella esta vez, no estoy aquí para eso, sino para dejarme guiar por Ella.

Guiarme por mi Ira… ¿Hasta dónde puede llevarme eso? Jamás lo sabré hasta que  lo pruebe y, sin embargo, sé que será una carrera en la que Ella querrá cazarme.

¿Qué haces para guiarte por tu cazador si lo normal es correr DELANTE de él?

Todo se apaga y me quedo en el suelo -¿o será el techo?- Inmóvil, helada, sabiendo que el más leve movimiento alertará a Sekmeth de mi posición y empezará la caza…

“¿Estás preparada?”

Esa es la pregunta que lo ha empezado todo. Y desde el fondo de mi Corazón, la calidez de mi propia Alma me responde:

“Llevas preparada toda la vida…”